Embárcate conmigo, no tengas miedo

 




                                                                                                  EVANGELIO 20 JUNIO 2021


    Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»






"Maestro, ¿no te importa que perezcamos?".

Así despertaban los discípulos a Jesús, dormido en la barca, en medio de una tempestad.

Esta pregunta a veces se la he cuestionado a Dios en mi vida, reprochándole algo que no va por donde yo creo que sería mejor para mí, cuando a veces ves el sufrimiento en los demás, cuando te pierdes en el camino…

Pero entonces caigo en la cuenta que llevo a Jesús en la popa, que es la parte trasera del barco, no es que no lo haya dejado coger el timón, sino que, aunque presumo de ser cristiana, y llevarlo conmigo, lo llevo detrás, queriendo ser yo la que de rumbo a mi vida, aunque sea embarcándome en nobles menesteres, incluso poniéndole a Él como estandarte de mis acciones.

Se me viene a la mente también cuando le reprochas a un amigo algo, pero luego caes en que tú no te has esforzado primero en amarle y confiar en él.

En el Evangelio de hoy, los discípulos despiertan a Jesús cuando ven que ellos solos no pueden controlar el barco, con miedo de perecer, con incertidumbre de haberse embarcado cuando a lo mejor en la orilla estarían más tranquilos.

Y lo que llama la atención es que Jesús, en medio de olas, truenos, rayos, duerme, tranquilo. Ellos no se dan cuenta, pero Él está ahí.

Jesús está con nosotros, aún cuando hay tormentas, incluso cuando lo llevamos en la popa de nuestra vida, incluso cuando le reprochamos, porque somos pecadores y nuestra fe desfallece. Él lo sabe, no le importa, quiere acompañarnos siempre, y que no tengamos miedo.

Ya murió por nosotros, ¿qué más podemos pedirle? ¿De qué tener miedo?

Qué el amor de Dios nos apremie, como dice San Pablo en la segunda lectura, porque Él ya murió por ti, por mí, por cada uno de nosotros hasta el fin de los tiempos. Qué descanso y paz pensar que es así, aunque el día a día conlleve tormentas y tengamos miedo, nuestra fe flaquee o no le dejemos llevar el timón.

Gracias Padre por tu infinita misericordia y por amarnos tanto.

Este mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, quiero repetirle una y otra vez: Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío. Que así sea. Amén.


Cristina de Tarragona, eternamente Carmelo joven



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